Diez años y la guitarra ya no llora
Era un día primaveral y por entre los árboles se oyó la melodía de una guitarra. Las manos que la producían pertenecían a un joven de pelo ensortijado que, a sus catorce años, ya lograba darles esas cuerdas una voz propia. Por esa razón, años más tarde, se convirtió en miembro estable de una de las bandas más prolíficas musicalmente de todos los tiempos, The Beatles. Pero ese fenómeno arrasó con todo incluso con la impronta de cada uno de sus miembros como seres humanos. Se olvidan, por ejemplo, el dueño de aquellas manos virtuosas, George Harrison, vivía obsesionado con el sol, o que esa pose irónica y mordaz de John era sólo porque temía ser herido. Esa realidad me mueve hoy, a diez años de que su guitarra dejara de llorar, a escribir estas palabras. Es que sus cuerdas rodearon el ambiente y lo llenaron de amor hasta el punto de que hoy, a cuarenta años de la disolución de la banda, todavía siguen inspirando a músicos de distintos estilos para crear su música y a escritores para dar vida a sus personajes.
En 1968, en el marco de White Album el único disco doble de la banda, Harrison escribió While my guitar gently weeps, la canción que motivó estas palabras. Lo hizo sin saber que esa canción se convertiría en un himno de la música mundial y en una realidad que cada guitarrista a nivel mundial percibe en sus propios dedos y corazón cada día, haciéndola quedar en el subconsciente de mucha gente que disfruta de la música, pero más aún de sus creadores. De hecho, muchos de ellos, hablan de ella como si se refirieran a una mujer y algunos hasta la aman como si lo fuera.. Dos años después, cuando la banda se disolvió, el artista publicaría su álbum triple All things must Pass, donde demostraría que el llanto de esa joven guitarra lo había marcado para siempre, lo que se hizo patente a lo largo de toda su carrera solista, incluido su disco póstumo brainwashed, en cuyo sencillo stuck inside a cloud la guitarra se expresó nuevamente. Incluso a finales de los ochenta, cuando el músico era parte de traveling wilburys, le dio a la banda un sonido único con su guitarra slide, la misma que utilizara veinte años antes. Es que esa es la realidad, la guitarra parece llorar al tacto de los dedos de su dueño y las de George Harrison hoy lloran en silencio porque lo extrañan, porque ya no satisfacen su alma sedienta de inspiración y ansían hacerlo. Se va a extrañar a aquel joven de cabellera desordenada que nos enseñó que un instrumento musical es mucho más que eso, es un medio por el cual muchos seres humanos expresan sus sentimientos o hablan acerca de sus vivencias.
Una década ha transcurrido y nadie olvida al adolecente de cabello ensortijado que cambió la música y el mundo con su guitarra ni lo olvidará jamás. En todo este tiempo, ha sido homenajeado y recordado, haciéndonos creer a veces que aún permanece en su casa de Londres al lado de sus dos amores, su esposa Olivia y la guitarra y cuidando de sus jardines. Personalmente, prefiero que sea así porque, como muchos, aún extraño su voz traída por el viento.
Comentarios