Eileen


La almohada se humedecía sin parar, las lágrimas caían y caían mientras un corazón se rompía en mil pedazos…” Leía Jeff Burton mientras enjugaba sus lágrimas porque la había perdido… a ella, a Eileen, el amor de su vida.  La había conocido en Londres en 1970, el día del concierto de The Beatles en el techo de su compañía de discos, Apple Records.
Eran las doce y media del día y Jeff caminaba hacia la parada del bus que lo llevaría a su casa.  Estaba agotado, agotado de llevar una vida de cuello blanco que no conduciría a ningún sitio puesto que no tenía familia.  Caminaba desganado por las calles sólo para llegar a una casa vacía en la que sólo era esperado por “Mike Blue”, su gato, quien se limitaría a pedir comida para tragársela de una sentada y luego marcharse para dejarlo en la más absoluta soledad.  Su vida se limitaba a ser cajero de un banco, pero su sueño era ser músico, era crear y hacer emocionarse a miles de almas.  “Quiero lograr lo que Los Beatles lograron hacer con mi vida, iluminarla”.  Eso decía el artista que Jeff llevaba dentro, aquel hombre sensible que no podía mostrarse debido a una carga de prejuicios largamente llevada sobre sus hombros.
Lloraba mientras su mente cantaba “Crying” de Roy Orbison, un tema que había escuchado desde su creación en 1958.
Aún recordaba la larga espera en el paradero de buses y lo cansado que estaba de llevar aquella clase de vida sin sentido ni emociones.  Cuando vio llegar el autobús, se puso de pie para hacer fila y entrar en él… de pronto una hermosa visión se materializó ante sus ojos.  Una visión alta, con pelo rubio y largo y con los ojos tan azules como el mar y de una delgadez casi extrema.  Esta visión se llamaba Eileen, Eileen Sommers.
Al verla, Jeff se sobresaltó, experimentó sensaciones completamente nuevas para él, vio por primera vez una salida a sus grandes angustias, supe que su problema era la soledad y el no tener a quien dar todo el amor que llevaba dentro.  Pero Jeff también sabía que debía comportarse prudentemente, era primera vez que la veía, por lo tanto no podía asegurar aún que eso fuese verdadero amor, por lo tanto, comenzó conquistándola con un detalle pequeño, le cedió su lugar en la fila y él se fue al último lugar.

Eileen se limitó a darle las gracias ya sonreírle, pero, para Jeff, eso fue hermoso, fue lo mejor que le había pasado en toda su vida.  La fila avanzó lentamente y, cuando al fin logró subir y sentarse vio a Eileen sentarse a su lado.  Su corazón latió con violencia mientras sus ojos color de avellana brillaban con una intensidad nunca antes vista en un hombre.  De pronto, ella sacó un cuaderno con su nombre escrito con una cuerda pegada sobre la tapa de cartón grueso.  “Eileen” pensó Jeff “come on Eileen”, Oh I swear at this moment your  … everything… cantó el nombre para sus adentros mientras miraba el reflejo de ella en la ventana.
Para Jeff, el viaje que debía durar una hora, pareció durar un año entero, pareció que el tiempo se detenía, pareció que los únicos seres que existían en el mundo eran ellos dos… “que hermoso eran aquellos tiempos”… pensó Jeff enjugándose las lágrimas que caían incontenibles por su rostro e interrumpiendo sus recuerdos.  No podía convencerse de que no vería más el hermoso rostro de Eileen y que no oiría más su voz cantando aquellas grandes canciones que habían marcado la década de 1960.

Ahora, veinticinco años más tarde, toda la felicidad que había sentido parecía tan lejana que lo entristecía aún más y lo hacía sentir que nada servía, que todo era un castigo que le había sido impuesto por no creer en sus sueños.  Subió a su auto y dio rienda suelta a sus emociones, apoyó sus brazos sobre el volante, su cabeza sobre estos y rompió a llorar a gritos llamando lastimosamente a Eileen.  Ese pobre corazón se había roto en mil pedazos y sangraba cada vez más dolorosamente.  Jeff era un hombre , y según la sociedad los hombres no debían llorar, pero el corazón de este hombre alto, de ojos avellanos, delgado y de 45 años ya no podía más, la pena por haber perdido su más preciado tesoro podía más que cualquier cosa, su vida dejó de brillar, su sonrisa se borró, ya no tenía ánimo ni siquiera para trabajar ni componer canciones, ya la guitarra que guardaba dentro de su almo no sonaba.
Lloró tanto que perdió las fuerzas y se quedó dormido.  Soñó cosas extrañas e inconexas.

“Get back,
get back to where
You once belonged…”

Oyó en sus sueños mientras veía a la mujer que amaba correr como si flotase por el aire, veía su figura difusa como si fuese un espíritu incorpóreo y transparente que susurraba sonriendo su nombre.

“I look at You all
see the love
there thats sleeping
while my guitar gently weeps”

Oyó mientras veía una guitarra volar por el cielo buscando una mano para que hiciese vibrar sus cuerdas y produjera sonidos que conmoverán los corazones humanos y los hiciera llorar como la guitarra de aquel gran poeta cuyo nombre era George.  La guitarra volaba por los cielos y hacía figuras blancas para conmover a un alma sensible que quisiera tenerla a su lado y hacer de ella un instrumento de consolación como el pañuelo que enjuga nuestras lágrimas de tristeza.

“Because you’re sweet and lovely girl, I love you
because you’re sweet and lovely girl, I do”

Londres, se veía muy extraño parecía que aún era 1870 y que aún los trovadores cantaban en las calles vestidos con sus atavíos que los hacían distintos al resto de la sociedad.  “Que extraño”, pensó él en esta época esa canción aún no era creada, ¿Qué es lo que sucede?” se preguntó sorprendido, de pronto sintió un golpe seco, como del derrumbe de una casa…
Fue allí donde se dio cuenta de que se había dormido, pues el golpe seco era la colisión entre dos buses justo frente de él que lo hizo despertar sobresaltado, bajarse del auto y correr hacia el lugar del accidente para ayudar a los heridos.  Por un momento, olvidó el pesar que lo atormentaba y hacer que su vida pareciera útil a alguien, pero él bien sabía que, sin Eileen, su vida sería un infierno inútil de ser vivido, que sin ella era mejor morir.

Al llegar vio algo que lo paralizó de horror: una mujer, que parecía ser la esposa del conductor, estaba mal herida y agonizando.  Al verlo, balbuceó: “Señor, por favor, ayúdenos lleve a mi esposo a un hospital, si él muere yo…” no pudo terminar pues había perdido mucha sangre y estaba débil.  Esto lo afectó muchísimo porque pensó que podría ser la propia Eileen quien le pidiera eso.  Se dio cuenta de que ella lo necesitaba, la tranquilizó, la levantó, la llevó a su auto y procedió a sacar a su esposo y a su hijo de los fierros retorcidos para ponerlos en el auto junto a ella y llevarlos al hospital más cercano.  Condujo como un autómata, su mente estaba en blanco, pero su corazón no estaba tranquilo parecía gritar un solo nombre: Eileen.
Al llegar al hospital, buscó una enfermera para pedirle ayuda y trasladar a los heridos al hospital para ser atendidos lo más pronto posible.  No pasaron dos minutos cuando se presentó un amplio contingente médico para hacerse cargo.  Ante esto, Jeff se presentó y dio al médico de cabecera su número telefónico para que le telefoneara si es que necesitaban algo.  Una vez que ellos estuvieron seguros, se fue.

Subió a su auto y su corazón le molestaba, sus ojos le ardían, tenía deseos fuertes de llorar, la extrañaba más que nunca.  Deseaba que el viaje a casa fuese eterno, no quería llegar a aquella casa blanca, con altas rejas negras y grandes jardines que cobijaban toda su soledad y la tristeza por el amor que a su lado jamás regresaría.  Se sentía más triste y desafortunado a cada momento, creía que ya ni siquiera el sonido de las cuerdas de su guitarra lo consolaban y que todo era negro, deseaba dormir porque sólo si dormía era capaz de olvidar su tristeza.  Pasó por cada uno de los lugares en que solía compartir momentos íntimos con Eileen.

La vista de estos lugares, entre los que se contaba la parada de buses en que la había conocido, lo hizo romper en llanto una vez más, lo hizo sentir una vez más desprecio por la vida y lo hizo sentir que sólo debía morir.  Conducía el auto a alta velocidad, casi no veía por donde conducía y su visibilidad era cada vez más deficiente debido a las lágrimas que arrasaban sus ojos sin parar, a cada minuto veía menos, a cada minuto sentía más pesar, más dolor, más pena…

Jeff Burton, despertó sin saber donde estaba.  Estiró su mano y la vio blanca y dura.  Se Sentía confundido no recordaba nada, excepto los frenos de un auto.  “Demonios, pensó debo haberme quedado dormido”.  Al ver que había despertado, una enfermera se acercó a verlo.  “Qué siente? Le preguntó y Jeff respondió en un susurro: “Siento como si mi mano fuese de cemento, como si pesase 500 kilos”.  La enfermera sonrió y respondió: “Es lógico, la tiene enyesada.  Debería estar feliz por haber despertado, podría estar muerto”.
Esas palabras revivieron en él todos los dolores que parecía haber olvidado, esto lo hizo estallar en lágrimas.  Y recordar que estaba solo en el mundo, que sólo la quietud y el silencio serían su compañía por lo que le restaba de vida y que la tristeza congelaría su corazón para siempre.  Al verlo, la enfermera se alarmó y le preguntó que le sucedía y en sus labios se dibujó un solo nombre: Eileen.  Viendo que no podía mover las manos, le secó las lágrimas con un pañuelo y acarició su rostro y permaneció a su lado.

El hombre la miró silencioso, no pensaba que alguien pudiera interesarse por él, después de la marcha de su amada, pensaba que ya no era digno de amor ni de la atención de alguien.  Trató de acercar su mano a la de ella, pero le pesaba tanto que no consiguió moverla.  Ella puso su mano junto a la de él y él sonrió por primera vez desde la partida de Eileen.  Estuvieron así por media hora.  Después, la enfermera se dirigió a revisar la ficha médica que estaba a los pies de la cama.  Al verla se puso pálida: “Jeff!! Mi amor!! Exclamó.  Era Eileen.
Después de esto salió corriendo de la habitación.  Sólo deseaba llorar hasta agotar las lágrimas.  Amaba a Jeff con toda su alma y se sentía culpable por todo lo que había sucedido.
Corrió y corrió hasta llegar a una pequeña habitación donde se reunían las enfermeras en sus ratos libres.  Entró y se dejó caer en el primer sillón que halló y cedió a las lágrimas.
Pasó un cuarto de hora y entró en la habitación otra enfermera que al verla llorar le preguntó que le sucedía y ella le relató: “El 15 de abril de 1969, yo iba caminando por la calle en dirección a Savelle Row 3 porque en aquel techo se presentarían los Beatles por última vez (aunque en ese momento yo no lo sabía) y yo ansiaba verlos.  Llegué a la parada del autobús y allí vi a un hombre que era alto, tenía una melena que caía sobre sus hombres (era muy común usar el pelo largo en aquellos tiempos), tenía tristes ojos avellanados y manos alargadas… su nombre era Jeff.  Al verme, me cedió su lugar en la fila y después me senté junto a él en el autobús. El tiempo pasó y comenzamos a salir.  Fue allí donde comenzaron los problemas porque yo estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado Raymond por imposición de mi padre.  Nuestro matrimonio significaría una fusión de las empresas de mi padre con las de Raymond.  Al enterarse mi padre que yo no deseaba al marido que él me entregaba, me mandó golpear hasta que yo confesara donde estaba aquel hombre y quien era (el supuso que yo pensaba en otro).  Viendo que me negaba a informar lo que él quería oír, me golpeó hasta dejarme inconsciente y me mandó a encerrar a un convento.  Fue por eso que me fui sin dar a Jeff explicación alguna.  Debe estar odiándome.  Mis amigos me escribían seguido y, a través de ellos supe que Jeff se había entristecido por mi partida.  Por 25 años, vi con impotencia como él sufría por causa mía y yo nada pude hacer para impedirlo.  Hace dos años murió Raymond y, aunque fue un buen marido, yo amaba a otro hombre, a Jeff.  Por eso, la muerte de Raymond fue la oportunidad que yo necesitaba para reconstruir mi vida y vivirla junto al único hombre que ha sido dueño de mi amor.  Mi gran deseo era recuperar los veinticinco años de felicidad que habíamos perdido, pero, al mismo tiempo, estaba aterrada porque pensaba que Jeff no quería verme.  Muchas veces pasé frnte a su casa y quise llamar a su peurta, pero creí que él no quería verme y hoy… ¡Oh Dios!... el paciente que me designaron es él… el médico de cabecera me informó que tuvo un accidente, perdió el control del volante y…” enjugándose las lágrimas, Eileen hizo un esfuerzo por continuar “que tenía la cara mojada… de lágrimas.
Al despertar, me acerqué a él, cuando le dije que podría haber muerto rompió a llorar.  Y al preguntarle yo qué le sucedía, dibujó con sus labios mi nombre…”

La otra enfermera cuyo nombre era Belle, le respondió: “Si ha llorado por ti durante 25 años es porque aún te ama. Eileen, reacciona, esta es la oportunidad que Dios te está dando de reconstruir tu vida.  Ve y cuídalo, ve y sálvalo, ve y ámalo.  Enjúgate esas lágrimas y dibuja una sonrisa, dibuja en tu rostro la mejor sonrisa para dedicársela a él.  Vamos, amiga, anímate, él te espera, no puedes continuar sufriendo”.

Eileen sonrió a través de sus lágrimas, Belle tenía razón, ella amaba a Jeff y, por eso mismo debía darse por entero a él.  Le dedicó una sonrisa a Belle y salió a toda prisa de la habitación ansiosa de estar al lado del hombre que amaba.  Su corazón latía con tanta fuerza que apenas respiraba.

Al llegar, Jeff dormía, por lo que aprovechó su tiempo en revisar con más detalle la ficha médica del paciente.  Gracias a esto, supo cuales eran los cuidados que debía darle y, según se dijo a sí misma, amarlo más.  Buscó entre las pertenencias de Jeff para ver si traía ropa limpia, pero no encontró nada.  Por ello, decidió esperar a que Jeff despertara para preguntarle si deseaba que avisaran a su familia lo sucedido.  Mientras esperaba, preparó todo para asearlo y alimentarlo, si es que comía.  Pues, según había sido informada, se había negado a comer. Pasada media hora, el hombre despertó.  ¡Eileen!” gritó.  A Eileen se le encogió el corazón pues veía que era ella la causa de su pesar y no podía hacer nada por consolarlo.   En un intento por contrarrestar sus propias emociones, tomó la mano de Jeff y la besó.

Jeff estaba sorprendido, no pensó en que alguien iba a tener esas actitudes hacia él, nunca pensó que alguien pudiera quererlo.  Pero, al mismo tiempo estaba feliz y triste, feliz porque se sentía querido y triste porque, no sabiendo quien era ella, le tenía lástima porque sabía que él nunca podría sentir algo por alguien que no fuese Eileen.

Eileen, por su parte, deseaba preguntarle lo que hacía un rato se había planteado, pero no podía, cómo podría preguntar aquello si conociéndolo sabía que estaba solo?  No lo hizo, sólo se limitó a permanecer a su lado y acariciar su mano, su bella mano, aquella que había secado las lágrimas que ella misma había sido causante sin intención.  Se quedó ahí, al lado del hombre que por más de 25 años había amado, del hombre que había hecho latir su corazón con desusada violencia y ansiedad.  Estaba tan deseosa de reparar el daño que tomó la decisión de solicitar ser enfermera exclusiva de Jeff, deseaba entregarle todo el amor que le había reservado sólo a él, los cuidados que sólo él merecí y la atención que sólo se le puede dar a quien se ama.  Pero eso no sería posible mientras Eileen no entregase su turno y tuviese así tiempo para hacer la solicitud.  Por eso mismo, dedicó el resto de la tarde a Jeff. Lo primero que hizo fue pedirle a él mismo que deseaba hacer.  Lo único que Jeff deseaba era ver a Eileen así es que eso dijo: “Quiero a Eileen, mi Eileen”  La enfermera se sintió excelentemente, bien, Jeff aún la amaba y deseaba tenerla a su lado.  Pero no quiso cometer ninguna imprudencia.  Decidió que le diría la verdad a Jeff pero que lo haría cuando Jeff fuese dado de alta y enviado a su hogar.  Sería, ella en persona quien se encargaría de cuidarlo y de devolverle la felicidad.  Por el momento, sólo se limitó a quedarse a su lado y a hablarle de cosas que lo hiciesen recuperar el interés por la vida.  Para comenzar, pensó en conseguir libros de arte, literatura y arquitectura medieval, temas que a Jeff le apasionaban.

Comenzó preguntándole a qué se dedicaba y él le respondió que había estudiado arquitectura pero que, con el correr de los años había decidido especializarse en cultura medieval, que también incluía arquitectura de aquella época, lo que hizo que el joven Jeff se apasionara aún más por el tema.

Hablaron largamente y Eileen le habló de su sueño frustrado de convertirse en médico forense “Nunca es tarde” le advirtió Jeff sonriendo.  Con eso, Eileen se dio cuenta de que no lo había perdido, de que era él mismo ángel a quien había amado por 25 años.

Jeff comenzó a intentar convencerla de que luchara por su sueño, que aún no era demasiado tarde.  Incluso se comprometió a buscar información que pudiera ayudarla.  Eileen sintió ganas de llorar, no de pena, sino de emoción por la forma en que Jeff la trataba.
Pese a no decirlo, ambos sabían que había algo que los unía, que los había unido toda la vida y que no se rompería jamás.  Eso los hizo unirse aún más y, finalmente, no fue Eileen la que pidió dedicarse exclusivamente a él y ser su enfermera particular cuando fuese enviado a su hogar sino el mismo Jeff.
Hizo llamar al doctor Rogers, el médico a cargo de atenderlo y, cuando éste se presentó, hizo llamar a Eileen.  Cuando estuvieron ambos presentes, el comenzó: “Doctor, no tenga miedo que esto no es ningún reclamo, es una petición que haré después de que mi enfermera, aquí presente, me ha cuidado con tanto esmero y dedicación, llegando a preocuparse de mí como persona y no como paciente, no como portador de estadísticas.  Deseo que ella sea designada exclusivamente para atenderme a mí y, cuando me marche a casa, quiero que sea quien me ayude a mejorar”.
El doctor Rogers se quedó pensando, nunca había pensado en eso, en que estaban cometiendo un error, que no estaban tratando a las personas de la forma adecuada, que ayudaban a recuperar sólo su parte física, pero no su espíritu ni su corazón.  Pensó que sus treinta y tres años en la medicina no habían servido de nada, que había estado todo ese tiempo sumido en el error, que su vida no era más que la de un autómata.  Después de un largo rato, dijo “Deberemos, la señorita Sommers y yo, conversarlo con la junta de médicos esta tarde y mañana ella le informará del resultado ¿Está bien eso para usted?

“Sí, por supuesto, pero espero eso no demore demasiado, pues ella ha sido una bendición en mi vida”  Le respondió el arquitecto sonriendo a Eileen.
Después de esto, el doctor Rogers llamó aparte a Eileen para decirle que deseaba verla en su oficina después de que entregara su turno.  Eileen estaba feliz, eso significaba un gran avance, eso significaba borrar las heridas del corazón de Jeff y hacer que volviera a ser feliz.

Al volver al lado de Jeff, éste estaba cantando mientras sonreía cantaba la misma canción que se vino a su mente el día en que había conocido a Eileen.  “Come on Eileen, on I swear at this moment You mean everything, come on Eileen, my distress, come on Eileen”.  Cuando ella vio esto, se sintió aún mejor, pues se dio cuenta de que ya lo estaba logrando, que al menos había logrado hacer que fuese un poco más feliz y que aprendiera que se puede salir adelante a pesar de todo. 
“Como me gustaría que usted fuese Eileen” le dijo Jeff al verla y ella sonrió mientras pensaba “Pero lo soy, querido mío, está claro que lo soy”.  El resto de la tarde fue maravilloso para ambos pues los unió más que nunca, conversaron de todo fu ahí donde Eileen le contó a Jeff lo que había sido de su vida desde que se habían separado 25 años atrás, pero lo hizo como si se tratara de algo ajeno a ella: “El 15 de abril de 1969 yo iba camino a Saville Row 3 por aquel techo The Beatles realizaría una presentación que nadie sabía que sería la última, y yo ansiaba verlos.  Llegué a la parada de autobús y había un hombre, un hombre alto, con una melena cayendo sobre sus hombros, lo que era bastante normal en aquellos tiempos; tristes ojos avellanos y manos alargadas.  Su nombre era Jeff, como usted.  Al verme, me dio su lugar en la fila y después me senté a su lado en el autobús.  El tiempo pasó y comenzamos a salir.  Fue allí donde los problemas comenzaron pues, mi padre se opuso tenazmente a nuestra relación, dado que yo estaba prometida en matrimonio a un hombre llamado Raymond porque mi padre deseaba unir sus empresas con las de él.  Al enterarse de que yo había hecho mi propia elección, sin consultarle, me mandó golpear hasta que dijera donde estaba aquel hombre que estropeaba sus planes y, viendo que yo me oponía a darle esa información, me hizo golpear hasta dejarme inconsciente y me encerró en un convento hasta la realización de la boda.  Es por eso que no pude darle ninguna explicación a Jeff, debe estar diándome.  Supe que Jeff estaba destrozado, a través de unos amigos.  Ellos me escribían seguido y me contaban de Jeff.  Por25 años tuve que ver con mucha impotencia como, el hombre que yo había amado tanto, sufría irrefrenablemente por mi culpa.
Hace dos años, murió Raymond y, aunque fue un buen hombre, yo amaba a otro hombre y ese era Jeff.  Esa era mi oportunidad para reconstruir mi vida y vivirla junto al hombre que yo había amado toda mi vida, a Jeff.  Pero eso no era posible porque yo me sentía, y me siento, muy culpable de su sufrimiento, del tiempo que perdimos, debí haber luchado, yo…”  Eileen no pudo continuar, el corazón le dolía de pena y de rabia por haber sido tan impulsiva y no haber sabido esperar el tiempo necesario.

Con esto, Jeff supo que la había encontrado, a ella, a su Eileen, la mujer que siempre había amado.  La miró con amor, y le dijo: “Ese hombre te perdonará, el sabe que tú no hiciste nada que lo hiriera por querer hacerlo, fuiste obligada a eso.  Si Eileen de mi vida, si, mi amor, yo siempre voy a amarte.  Sé que sufriste mucho más que yo, sé que sufriste viéndome a mí sufrir y no siendo capaz de hacer nada, nunca te he odiado ni lo haré:  “Te amo desde hoy hasta que mi vida termine”.
Eileen y Jeff se fundieron en un abrazo que intentaba recuperar todo ese tiempo que habían perdido al estar separados.
Jeff creyó que era un sueño, que pronto despertaría y que estaría solo nuevamente.  Estos pensamientos lo hicieron estallar en lágrimas, lo hicieron sentirse el hombre más infeliz de la tierra.  Al ver esto, Eileen sintió que su corazón se partía en mil pedazos, no soportaba verlo llorar, verlo sufrir era para ella la peor de las torturas, era como estar siendo traspasada por un puñal.  Pese a esto lo abrazó fuerte, lo único que deseaba era verlo feliz y recuperado, deseaba ver cerradas todas sus heridas.  Para eso, lo único que se le vino a la mente fue decir: “Qué es lo que sucede?  ¿Qué te hace tan infeliz? ¿Soy yo?”

Jeff no pudo hablar, no había pensado que su reacción haría sentir triste a Eileen, que podía hacerla sufrir.  “Dime que esto no es un sueño, dime que no te perderé” le dijo a Eileen.  Pero ella no estaba dispuesta a separarse de su lado nuevamente, no estaba dispuesta a sufrir de nuevo.  “No me perderás amor de mi vida, no perderás, poeta de mi alma, no te dejaré ir, nunca más” le dijo Eileen mientras se inclinaba a besarlo en los labios y secar sus lágrimas.  Para Jeff ese beso fue más maravilloso que el más hermoso de los sueños, eso fue para él, el mejor de los regalos, la más fascinante de las aventuras.  Eso le hizo darse cuenta de que las nubes ya se habían ido de su vida para dar paso a la hermosa luz del sol.  Su vida ya no sería más triste, sería hermosa, llena de amor y esperanza.  Ya nada importaba, aún si no podía regresar a la música, no importaba.  Pues estaría al lado de la mujer que amaba y, aunque ella tuviera que ayudarlo a alimentarse y a vestirse por toda la vida, sería feliz porque sólo se sentía feliz si eran las manos de ella las que lo alimentaban y cuidaban.

Apretó la mano de Eileen con fuerza y sonrió.  Sentir sus dedos delgados y blancos era lo mejor que le podía pasar, mirar sus ojos era como perderse en un paraíso lleno de vegetación y naturaleza, era como recorrer los valles que tanto le encantaban, aquellos valles descritos por uno de sus artistas predilectos, John Denver, a lo largo de su carrera musical. Era como estar tocando ante la audiencia más grande y maravillosa, ante la gente más extraordinaria.
Eileen soltó su mano, lo levantó e hizo que pusiera su cabeza en las piernas de ella.  Comenzó a acariciar su pelo y a recorrer con sus dedos las facciones de Jeff como si buscara algo especial en ellas, como si hubiese en ellas un tesoro escondido.
Jeff se estremeció, nunca en su vida se había sentido mejor, nunca había experimentado en su cuerpo aquella sensación de placer físico y emocional que es deseado por todas las personas.  Con suma dificultad, se sentó en la cama y abrazó a Eileen.  Deseaba sentirla como no lo había hecho en 25 años, deseaba vivir junto a ella el futuro, deseaba ver la vida con los ojos de ella y verse reflejado en ellos.
Esperó que Jeff estuviese dormido para dejar el turno en manos de Belle para ir a reunirse con el doctor Rogers, quien la esperaba en su oficina para hablar de la petición hecha por el músico.
Estaba ansiosa, temía que la petición fuese negada y, sobre todo, que fuese mal interpretada.  Mientras recorría los pasillos del hospital, Eileen buscaba en su mente las palabras adecuadas para explicar al facultativo las razones de su solicitud, ensayaba una y otra vez las palabras que diría y el tono de su voz.

Ansiaba dar su vida por Jeff, ansiaba recuperar el tiempo que habían perdido y darle todo el amor que los últimos 25 años le habían prohibido entregar, soñaba con verse al lado de ese arquitecto con corazón de músico y hacer que su mente se llenara de hermosas ideas que, convertidas en canciones, conmoverían miles de corazones.  Deseaba pasar el resto de su vida siendo la fuente de inspiración de ese ser tan especial cuyo corazón había latido junto al de ella por toda una vida.  Y que había despertado en su alma una pasión desusada en una mujer cuyas emociones estaban estancadas en su pecho y no deseaban salir.

Los pasillos del hospital estaban desiertos y Eileen sólo oía su propia respiración y el seco de los tacones de sus zapatos al caminar.  Después de recorrer casi todo el establecimiento se detuvo en la última puerta de un pasillo en el ala este.  Tocó a la puerta y una voz, que ella reconoció como la del doctor Rogers, dijo: “adelante”.  Ella abrió la puerta y se sentó a esperar que el doctor finalizara una conversación telefónica a la que estaba dedicado en ese momento.  Pasado un momento el hombre dijo: “Gracias, por venir señorita Sommers.  La llamé porque deseo acceder a la petición del señor Burton para que usted siga siendo su enfermera después de que él salga de este establecimiento.  Usted ha hecho un trabajo extraordinario, se ha preocupado de sus pacientes tanto física como emocionalmente.  La solicitud del señor Burton no es más que una recompensa a su buen desempeño.  Hágalo tan bien como de costumbre, haga sentir a su paciente tan cómodo como pueda.  Confío en usted”.

Ante esto, Eileen sonrió ampliamente, su sueño se había cumplido, sería ella quien le devolvería la salud al amor de su vida, ya no habrían fronteras ni obstáculos que les impidieran estar juntos.
Se puso a pensar en todo lo que estaba por suceder en su vida, en los cambios radicales pero hermosos que esta tendría, en el sentido que su vida adquiriría de allí en adelante, en los años que le quedaban por vivir al lado de su Jeff.

Una vez que salió de la habitación, fue al refugio de las enfermeras a cambiarse de ropa para salir a la calle.  Se sentía feliz pues sería la primera vez en muchos años que dormiría sin la angustia que significaba no saber nada del hombre a quien había amado por todos esos años. Salió a la calle y el viento acarició su pálido rostro haciendo que recordara los viejos tiempos en que una gruesa mano le acariciaba el rostro con amor. Anhelaba que aquella noche pasara rápido para estar al lado del hombre cuyo retorno había esperado tanto. Lo que vino después fue sólo felicidad pues, quince días más tarde, Jeff abandonó el hospital y tanto él como Eileen tuvieron la oportunidad de decirse lo que por veinticinco años no habían podido y regalarse todas las caricias que la vida les había negado.
Algo que, pese a ser negativo para Jeff, los ayudó mucho fue la inmovilidad de sus manos pues eso los unió más dado que Eileen debía ayudarlo en todo. Por esa razón, ella optó por comenzar por la rehabilitación de las mismas porque pensó que, con eso, le devolvería el deseo de vivir  pues, desde joven, la música había sido su razón de vivir y pensó que si lograba que pudiera volver a tocar la guitarra, lo haría feliz. Pasaban mucho tiempo juntos y, para cerrar el círculo de dolor que habían vivido, Eileen comenzó secretamente a planificar un pequeño viaje para Jeff y ella solos. Esta consistiría en volver al lugar donde se habían conocido y reconstruír esa vivencia compartida por ambos ese día lejano de 1969,  cuando, en el techo de Apple Records esos cuatro músicos que marcaron las vidas de tanta gente, realizaban la que, nadie sabía sería su última presentación en vivo.
Pese a que Londres había cambiado en el último cuarto de siglo e incluso el sello Apple había sufrido modificaciones en su arquitectura, Eileen sabía que podría lograr recrear la atmósfera emocional que los había rodeado anteriormente. Sabía también que, para lograrlo, Jeff debía estar totalmente recuperado, por lo que, comenzó a organizar todo sin tener una fecha determinada. Con el correr del tiempo, fue aclarando más y más sus ideas llegando incluso a plantearse la posibilidad de pedir permiso en Apple para que el músico realizara un mini concierto en la azotea.
Para comenzar, decidió llevarlo a caminar por periodos cortos para lograr que recuperara la movilidad de las piernas. Esas excursiones sirvieron además para que ambos se dijeran lo que habían guardado en sus corazones durante ese largo tiempo de forzada separación. En una de esas ocasiones, Eileen tuvo una idea repentina, llevarlo en un recorrido por los lugares artísticos más conocidos de Londres para ver si eso lo animaba a componer canciones nuevamente. Con ese propósito, ella eligió el metro como medio de transporte para que él estuviera más cómodo y no tuviera que ocuparse del camino.
Cuando el día llegó ambos se levantaron temprano y ella lo ayudó a arreglarse y luego se arregló ella para luego preparar el desayuno. Mientras comían, el músico de mediana edad movió lentamente su mano izquierda hacia la de Eileen para tomarla y acariciarla. Eileen la tomó, la besó al tiempo que decía:
“Es lo más hermoso que he vivido, amor, me alegro que estés luchando por salir de esto. Espero que, de hoy en adelante, tu vida cambie hasta convertirte en el mejor músico de Gran Bretaña y la calle se llene de gente para verte tocar en el techo de Apple como lo hicieron aquellos cuatro poetas el día en que nuestras vidas se cruzaron”
Él sonrió tímidamente porque esos momentos parecían demasiado buenos para ser ciertos y rogaba en su interior no despertar jamás de lo que para él parecía un hermoso sueño.
Salieron de la casa y el cielo pareció alegre de verlos porque un sol radiante apareció por entre las nubes. Caminaron la distancia que los separaba de la estación de metro uno apoyado en el otro y, al llegar, bajaron por la escalera mecánica para ir rumbo a Abbey Road y allí intentar despertar la inspiración que se hallaba dormida ya por tanto tiempo.
Llegaron allí una hora más tarde y el lugar se hallaba desierto pues no había automóviles circulando por las calles ni gente caminando porque todos se hallaban en sus respectivos empleos, lo que Eileen agradeció para sus adentros porque ellos podrían disfrutar de Londres y no ser envueltos por la presión de su sistema.
Cruzaron la calle para llegar al muro en donde los admiradores de The Beatles dejaban sus mensajes porque ella deseaba que él tocara la guitarra con el muro como fondo. Llegaron allí y el lugar pareció darles la bienvenida  porque el sol brillaba en el cielo y el área estaba despejada para que él pudiera acomodarse y producir aquellas melodías que le llenaban el alma.
Una vez que comenzó a tocar, el mundo desapareció para él y sólo quedaron Eileen y la música, sus dos grandes amores. Volvió a sentirse como en su juventud, a disfrutar la música que producían las cuerdas de su guitarra y su corazón volvió a enviarle ideas para escribir canciones.
Sin embargo, tomando en cuenta que estaba con la mujer a quien amaba, comenzó a tocar aquella vieja canción grabada por Dexys Midnight Runners que  le dedicara años atrás:

“Come on, Eileen,
Oh, I swear,
At this moment
You mean everything…”

Esos versos abrieron una conexión que ellos habían creído imposible. De ahí en adelante, casi no fueron necesarias las palabras les bastó solo una mirada para comunicarse.

Una vez que él, terminó de tocar, ella besó su mejilla y, sonriendo, dijo: “Sígueme”

En un súbito impulso, decidió llevar a Jeff a Apple ese mismo día. Pensó en dejarlo sentado en el tejad y bajar a pedir que instalaran un micrófono y algunos amplificadores pero, esta vez, le propuso tomar un doublé decker e irse en la baranda. Llegaron a su destino una hora después y la enfermera vio con alegría que, al parecer, todo saldría según lo planeado. El ejecutivo con quien debía hablar iba entrando y pudo alcanzarlo justo a tiempo. Después de eso, volvió al lado del músico para guiarlo hacia la azotea. Una vez que llegaron arriba y, ante la mirada atónita de Jeff, la enfermera conectó la guitarra al amplificador y comenzó a cantar sabiendo que él intentaría seguirla con la guitarra.
Pasados unos minutos el músico ya tocaba la guitarra como si nunca hubiera dejado de hacerlo y todo el dolor vivido hubiera sido un mal sueño del que acabara de despertar. Con cada canción que tocaba, iba recordando distintos momentos de su vida y cuando llegó al momento en que Eileen y él se conocieron no pudo evitar dibujar una sonrisa en su rostro. Eligió un repertorio relacionado con las imágenes que llenaban su mente y corazón desde que conoció a Eileen hasta el momento en que había vuelto a verla.
A medida que el tiempo pasaba la azotea se llenaba más y más de personas que cautivadas por la música subían a ver quien la producía y se sorprendían al ver que era un enjuto hombre de mediana edad que apenas se sostenía sobre sus pies. Viendo aquello él sintió más y más confianza lo que le hizo recordar canciones que no había tocado por casi tres décadas. Eso abrió un flujo de inspiración desconocido para él logrando que deseara escribir y componer canciones nuevamente. Decidió entonces pedirle a Eileen que lo acompañara a caminar un poco para aclarar sus ideas y ver si la brisa le traía nuevas canciones. Sin embargo con cada minuto transcurrido más gente llenaba el lugar y él debía continuar tocando.
Cuando el ocaso ya comenzaba a pintar el cielo, la última nota de la guitarra de Jeff se dejó oír y él bajó las escaleras agotado pero con la satisfacción de haber alegrado su corazón con aquello que lo hacía sentir completo especialmente si se encontraba al lado de quien había inspirado sus primeras canciones.

Cuando subieron al bus su mente había llegado a su destino antes que él. Se veía a sí mismo caminando por las frías calles de Londres sosteniéndola mano de Eileen mientras una nueva composición musical nacía en su interior. Cuando llegaron a la sede del parlamento británico, el músico dijo:
“Bajemos aquí, sigamos a pie ¿de acuerdo?”
Su acompañante se limitó a sonreír porque verlo feliz era todo lo que anhelaba y pensó que, si de ella dependía, haría todo lo posible porque el no dejara de tocar la guitarra hasta morir. Pensando en eso hizo lo que le pedia y lo acompañó en su caminata. Comenzaron por visitar la torre del reloj para después recorrer los lugares que para él eran sinónimo de inspiración. Se dirigieron en primer lugar a Abbey Road para pintar un mensaje en el muro. Esto porque él quería escribir allí un fragmento de una canción para ser vista por el público. En el camino cambió de idea y decidió llevar a Eileen al puente que cruza el río para cantar allí algunas canciones y darle una sorpresa que había preparado. Llegaron allí media hora después y luego de sentarse en el extremo del puente comenzó a tocar. Eligió algunas de las canciones escritas por el y, una vez que vio que la hora había llegado dijo:
“mi decisión de tenerte como mi enfermera ha sido tan acertada que deseo tenerte a mi lado por siempre” y, sonrojándose intensamente, agregó: “¿desearías ser mi inspiración por lo que nos resta de vida?”
“con todas las fuerzas de mi ser” Respondió Eileen en voz baja.
Luego de eso, cruzaron juntos el puente dejando atrás el pesar del pasado y ansiosos por ver el feliz futuro que tenían ante ellos.




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